Un partido para recordar

on 19:45

Vamos en el carro de Eduardo, estoy un poco nervioso, Eduardo maneja muy rápido y con razón pues el partido ya comenzó. Puedo escuchar como rugen los hinchas, es como el sonido de un solo hombre, es una voz masculina, que retumba y se pierde en ecos. No sabemos donde estacionarnos y Eduardo me pregunta nuevamente si ya me quite cualquier cosa de valor y cuando ve que todavía llevo el reloj me dice que si todavía no entiendo a donde vamos y me repite una vez mas que el estadio monumental es el mas peligroso de Santiago, que es por eso que Mario no vino, que tan solo pensar en la zona “se le aguan los cocos”. Me quito el reloj, lo meto debajo del asiento y me despeino un poco, me miro en el espejo y trato de buscar la expresión mas agresiva, retadora. Siento los gritos mas cerca, la emoción crece. Finalmente decidimos estacionar en el Jumbo Market, como a 100 metros del estadio. Apenas nos bajamos del carro el vigilante nos pregunta si además de comprar veremos el partido lo cual es obvio, se nos ve en la cara, la emoción, la tensión y yo le respondo que si, que por favor nos deje estacionar aquí, el tipo pone una cara de aprobación y nos dice, disfrútenlo, va a ser tremendo partido y luego percibo su secreta pasión por el fútbol, “vallan tranquilos muchachos, aquí el carro esta seguro”.

Salimos corriendo del Jumbo, van 5 minutos de haber comenzado el partido, cruzamos la calle, llegamos a la entrada, me impresiona la cantidad de guardias que rodean la zona, detallo uno de ellos de manera rápida, uniforme verde militar, chaleco antibalas, pantalón con protección, botas altas, casco con protección completa hasta la nuca, al estilo romano, escudo de plástico de un metro de alto mas o menos y en la otra mano un palo de 7 centímetros de grueso aproximadamente y un metro de largo, siento temor de manera instintiva, pasamos la primera barrera de “pacos”, nos dirigimos a la taquilla pero las entradas están agotadas, Eduardo dice que vamos a “Magallanes” y el tipo que vende le responde que tiene que ir a otro lugar a comprarlas, pero no logro escuchar a donde. Sale corriendo hacia otro lado, voy detrás de el, llegamos a otra taquilla y un revendor le ofrece una entrada a 4000 pesos, Eduardo la toma y observa detenidamente, se la devuelve y le reclama algo que no alcanzo a oír finalmente se dirige a la taquilla principal y compra 2 entradas, y nos enfilamos hacia las gradas. Pasamos al lado de varios guardias mas, dos de ellos en caballos que parecen mas altos de lo normal. A medida que me voy acercando al centro del estadio puedo escuchar los gritos mas y mas duros y empiezo a entender algo de lo que se esta diciendo. Llegamos, la imagen es impresionante, el sitio esta full, hace frío, pero varios de los fanáticos están sin franela, estamos en la tribuna de la cato, la cato, el equipo de los cuicos (sifrinos), lo puedes notar en la gente, el color de su piel, la cara de las personas, como están vestidas, miles de caras pintadas, el rojo y azul en la franela del equipo que todos llevan como uniformes, la equis que representa a los cruzaos de la cato, la universidad Católica, hay dos grandes rejas que protegen la tribuna de la cato, 8 metros de alto cada una, es un patio de emociones destapadas, todos gritan, saltan al compás, hay dos tambores gigantes que al sonar hacen que el piso vibre, los sostienen dos personas y el tercero enviste con dos palos gigantes, el ritmo es contagioso, los cantos son de guerra, despectivos, fuertes, incitantes al fanatismo. Las rejas nos protegen, nos protegen del pueblo, de las raíces de Chile, del pescador, del trabajador, de la clase baja, del indio, del Colo-colo, en sus caras puedes ver la entrega a una emoción intensa, a lo que los divierte, a su pasión; gritan, insultan, saltan, lanzan papeles, serpentinas, prenden bengalas, viven la emoción. Las rejas nos protegen y lo hacen por que estamos en la casa del Colo-colo, somos nada aquí, nuestros gritos solo son oídos por nosotros mismos, somos un 10 %, somos los odiados, somos los cuicos (aunque yo no me sienta así), somos los que aprendimos con entrenadores, no en la calle.

Nos acercamos al medio, cerca del tambor, cerca del corazón, que da vida y lleva el ritmo en esta furia. El ritmo no puede parar, todos gritan, Cato cato cato cato!!!! Y miles de cantos que no recuerdo, insultan al indio (el emblema oficial del Colo), y se miran con esperanzas entre todos. El equipo se mueve bien, buenos pases, buena defensa, la emoción esta estable, de cuando en cuando atacan el arco del indio, lo que hace incrementar el ritmo, gritan mas duro, dan animo a un equipo que lo hace bien. Atacan el arco de la cato, el silencio se presenta en cada tiro que llega, para luego ser llenado con un grito de provocación y miles de groserías. Estoy en el centro de la tubería que drena la emoción de una cultura reprimida, en el centro del único lugar donde no les importa demostrar quienes son con todas las ganas, aquí son ellos, y realmente ellos. Los guardias nos encierran y a la vez nos protegen, nos vigilan y a la vez hacen de la vista gorda ante lo descarado del hecho de que la mayoría esta fumando marihuana. Aquí el equilibrio no se rompe, pues es la zona de libertad para hacer lo que puedas, el piso es de cemento, y nada mas. El tiempo pasa, la Cato domina la mayoría del tiempo, el juego es justo, las esperanzas se mantienen, las caras están alegres. Se escucha el pito del medio tiempo. La tensión baja, el ritmo cesa, la gente se tranquiliza, invaden los vendedores, poco a poco todos se van sentando y la marihuana va penetrando el aire. Las opiniones corren, se ve el triunfo en las caras, la confianza.

Salen nuevamente al campo los guerreros, se colocan frente a frente, se siente la tensión, vuelven los gritos, vuelve el ritmo.

Como mas furiosos que nunca gritan el nombre que identifica la esperanza de cada uno al ritmo del tambor. Tiembla el piso, crece nuevamente la emoción. Esta vez siento que el Colo esta mas organizado, empiezan a atacar de forma mas seguida. Se inquietan, las caras cambian, el silencio penetra de manera intermitente. Se acerca, penetra, hay confusión, hay miedo.... El silencio a mi alrededor es total, a lo lejos retumba al unísono “GOOOOOOLLLL”, “COLO COLO COLO COLO”, siento la desesperanza, y a la vez la alegría del resto, veo luces naranja que se encienden a lo lejos, banderas que ondulan, un mar de gente contenida por el concreto. Los ánimos no son iguales, hay gente sentada, hay caras serias, el tambor parece mas lento. Repentinamente se levanta una segunda hola de animo, guiada por un repentino tiro al arco del Colo, el tambor vuelve a rugir, todavía hay esperanzas, vuelven los gritos. Todavía se siente el dominio del indio, todavía hay miedo. Repentinamente se acercan al arco, desde lejos entran y sin chance a respiro invaden la portería, gol de cabeza. Toda la emoción se extingue, ya no hay alegría en las caras, ya no hay esperanzas, es como si estuviéramos en un intermedio, la gente se sienta, hay lagrimas, ojos rojos, golpes, unos se ayudan a otros, otros toman posición de incógnita, de ver al cielo y maldecir. El tambor continua, ahora lo oigo como un ritmo fúnebre. Eduardo me mira, como preguntándome si quiero terminar de ver el juego, algunos miran el reloj. Cuanto durará esta tortura? dicen otros, con la misma intensidad que siento la desilusión aquí, siento lo emoción del Colo, la alegría infinita, la continua burla, los cantos de animo y motivación acerca de lo fuerte e invencible que es el indio.

Durante varios minutos puedo sentir la derrota y desesperación en cada una de las personas que esta a mi lado, me contagio de su sentimiento. Pero el tambor sigue, el ritmo aunque lento continua, como si no pudieran dejar atrás a su dios, a su equipo, como si quisieran compartir hasta la derrota.

La pelota esta cerca del arco, puedo proyectar mentalmente la trayectoria, el silencio lo invade todo y como desde el campo llegan los gritos, Gol, las caras, las caras llenas de expresiones inexplicables, alegrías, sorpresa. Aquellos que estaban derrotados volvieron a creer, todos saltan, el tambor ruge nuevamente, los cuerpos se agitan, los ojos brillan, no puedo evitar gritar, ya me entregue a vivir la experiencia como uno mas, sin importar el bando, es imposible no entregarse. Volvió la fe, volvieron los cantos, es colectivo, somos uno. El equipo se llena de esperanza, las jugadas mejoran, los pases son mas exactos, los árbitros parecen favorecer a la cato. Atacan, atacan, ya el peligro se ve lejos, ya no hay nada que perder, solo queda dar el resto y así lo sienten todos, desde los jugadores hasta el publico. Atacan, llegan, invaden, irrespetan el lugar sagrado del indio, insultan en sus cantos. Y como impulsado por los cantos, por los gritos, por la esperanza, el balón penetra una vez mas el arco. Todos saltan en un único movimiento, la tarima tiembla, manos, brazos, caras, besos, todo se confunde en un mar de emociones, nos caemos, nos paramos, nos miramos, todos somos amigos, nadie es extraño, nos agarramos de las manos, es un solo grito, no siento el frío, estamos a 5 grados, tengo calor, me quedo en polera “franela”, encienden las bengalas, son rojas, la luz ilumina las gradas por completo, la bengala pasa entre el publico, es una fiesta, la gente no lo cree, Eduardo ya no tiene voz, y como guerreros que van a la batalla todos mantienen el ritmo, cantan sin miedo, cantan al ritmo del tambor, un ritmo desenfrenado, de furia. Ya no hay silencio, ya solo se escuchan los cantos, vaaaamos cato, vamos cato, que el domingo tiraremos, tiraremos a este indio, a este indio que esta bueno...., y así miles de cantos mas, improvisados, llenos de alegría e irrespeto, aquí se vale todo, aquí solo se expresa lo mas antiguo del ser, aquí no existen los modales, aquí muere la parte intelectual. Están felices, están satisfechos, saben que falta poco y el resultado es mas que suficiente. El ritmo desenfrenado continua, hasta el final con la cato, ahora mas que nunca quieren animo, resistir o vencer, nada mas aceptan.

Una vez mas puedo sentir la proyección del gol, puedo ver claramente el balón dentro de la portería del indio. Todos gritan, todos saltan, algunos lloran, nos abrazamos en una sola fila, me abstraigo, mentalmente no hay equipo, solo siento la emoción de todos y cada uno, la piel se me pone de gallina, no tengo voz, pasan la bengala, la tomo, la paso, ilumino, es parte del ritual, no puedo quitar la risa de mi cara, siento ganas de correr. El final del partido ha llegado, el pito ha sonado, las rejas se inundan de gente, escalan, reclaman a sus héroes y sus héroes los incitan, se acercan a las rejas, tiran la ropa, que es despedazada rápidamente. Siento la amenaza de un estadio completo, siento el dolor de los otros. Por los parlantes anuncian el cierre de todas las zonas excepto la nuestra, tenemos 15 minutos para salir del infierno, Eduardo me dice que de verdad es peligroso, que es necesario correr hasta el auto, y con la cara triste. Se siente el peligro, todos los guardias hacen una cadena humana hasta la salida del estadio, pero mas allá solo están tratando de disipar los pocos del colo que están afuera. Corro detrás de Eduardo, corro en el medio del túnel humano hecho por guardias, tengo temor pero es emocionante, solo pienso en protegerme. Llegamos al final, salimos del túnel, nos mantenemos unidos, todos unidos y así avanzamos, al menor intento de pelea los guardias te tumban o pegan con el palo, pocos se atreven, pero es inminente el deseo de ambos bandos, trato de pasar por tranquilo, por extranjero, Eduardo avanza. Volteo y veo algunos grupos violentos, poco a poco la densidad de personas va disminuyendo al igual que la seguridad, me voy tranquilizando. Al mirar atrás veo algo que me impresiona, entre varios cabros (chicos) se acercan a un guardia montado en un caballo y uno de ellos patea el caballo!!!!, y después todos salen corriendo y detrás de ellos van varios guardias, trato de ver mas pero debo fijarme en el camino, asi que decido ver hacia donde me dirijo. Corremos como 10 minutos sin parar, y ame duelen las piernas, y al final llegamos al estacionamiento, vivos, a salvo, felices, aunque hay algo dentro de mi que no me deja disfrutar del momento a plenitud.

Salimos del Jumbo Market, ya no hay peligro, pero sigo estando incomodo. Tomo agua, se la paso a Eduardo, pienso en lo vivido, recuerdo la emoción, las caras. Me traslado en el tiempo, recuerdo mis días anteriores en las calles y encuentro imágenes que empiezan a flotar en mi mente y veo varios niños pidiendo dinero en la calle, y entre ellos encuentro a varios con banderas en el piso, y recuerdo el color, y recuerdo la insignia y me doy cuenta que es el indio y a mi mente llegan las palabras “colabore con el Colo-colo”. Y mentalmente veo una vez mas las caras en el estadio, caras oscuras, caras marrones, chatas, indígenas, del pueblo. Y siento que me deje llevar, que la emoción y el momento fueron todo, pero llego a la razón del porque estoy incomodo, y es que finalmente me equivoque de barra, mi corazón es del indio, mi corazón es del pueblo.

PD: el domingo después volvió a jugar el Colo contra la Cato, esta vez en el estadio de la Cato y el indio venció, y me sentí inmensamente feliz.

Y el masokista!?

on 13:33

I Love C********

on 12:24

Otra hair on fire

on 20:59


Que buena foto.

Tu no estás en la lista!

on 7:38

Como me veo

on 7:18

Darth Vader Breakfast

on 7:03